
Me resisto a pensar que esto es lo que toca, que lo que tenemos es lo que hay. Me niego a darme por vencida ante lo que pasa cada día, arrodillarme ante esta insostenibilidad de lo supuestamente sostenible.
Hablo con la gente sobre la situación actual y me doy cuenta de que todos tienen las mismas sensaciones, la misma frustración, la misma desconformidad. Siento cuanto menos alucinante la escasa por no decir nula profesionalidad de los políticos de turno, el nivel ínfimo de cultura, el poco interés por el arte, la lectura y la educación. No os equivoquéis no me las quiero dar de intelectual de tres al cuarto, pero si que me siento ofendida por cómo nos tratan.
Me canso de ver por la televisión gente sin escrúpulos, odas a la estupidez y gente que nos trata como si no supiésemos cómo va el mundo.
Nuevas formas de hacer las cosas se están creando y de poco nos sirve cerrar los ojos y hacer como que nada pasa. Hay gente trabajando en proyectos que ni siquiera nos imaginaríamos, gente con ganas, personas con interés por el entorno, por hacerlo bien, por evolucionar. Hay una parte de la sociedad que se escapa de la masa aborregada, una parte del mundo que cree que esto no es duradero en el tiempo.
Ahora que tengo la oportunidad de ver como funciona Europa, porque no nos engañemos, pertenecer pertenecemos ser no lo somos. Aquí hay de todo, como en todas partes. Pero centrándonos en lo bueno, que es lo que hay que copiar (lo malo nos viene dado) esto funciona a otro ritmo, los compases tienen diferentes medidas y lo que allí se toma como extraño aquí es normal.
No pretendo echar balones fuera, porque el cambio siempre empieza por uno mismo.
Otra forma de vivir es posible.
La semana que viene: CONVERSACION